Quiero atreverme a una especulación: en la contemporaneidad hay dos grandes “coincidencias” y una “oscilación”, que definen o al menos describen problemas acuciantes de supervivencia humana e institucional.
La primera coincidencia es entre la seguridad energética de los países desarrollados y la necesidad de disminuir el calentamiento global.
Los países desarrollados –en especial EU- tienen necesidad de seguridad y autonomía energética, para poder devolverle a sus ciudadanos libertad (hoy, en alto grado, sus vidas dependen del poder “ajeno” del petróleo) e independencia y poder de negociación a sus economías frente al monopolio energético externo.
Lo particular de la época es que esta necesidad coincide con otra gran necesidad natural y social que tienen esos países y el mundo: contribuir a rebajar el calentamiento global; sabiendo como sabemos que son esos países los responsables principales del mismoSi sus estados fuesen consecuentes, deberían trabajar para rebajar el individualismo del consumo competitivo, que es la base del consumo suntuario. Y trabajar por rebajar el consumo y la participación del petróleo y del carbón dentro del conjunto de sus recursos energéticos. Requerirán estimular mucho más la ciencia y la investigación para obtener sustitutos energéticos limpios para el medio ambiente; producir nuevos materiales livianos al tiempo que resistentes, de tal suerte que hagan más eficiente la relación energía/producción-movilización. En una palabra, se necesitaría que la ciencia de esos países se centre en producir una revolución energética..
Entonces, el reto allí es triple: 1.- Tener una nueva economía-política que estimule la responsabilidad en el consumo, frente al individualismo competitivo; 2.- Lograr un reimpulso material a la libertad para que el cambio científico permita un desarrollo tecnológico para una relación nueva energía/movimiento y por tanto, 3.- Priorizar las “urgencias” civiles del desarrollo en cambio de la concentración que hoy tenemos de sus estados en el fortalecimiento del poder militar. Habría que desligar la ‘revolución energética’ de la pretensión de recolonizar los países con recursos energéticos tradicionalesCreemos que esta “coincidencia” en los países desarrollados, entre estas dos necesidades tendenciales (obtener la seguridad energética y rebajar el calentamiento global) no encuentra aún expresión dominante en las políticas de sus Estados. O se traslapan en las urgencias del día a día.
La segunda coincidencia podríamos plantearla así: los principales, por más usados, recursos energéticos (petróleo y carbón) están concentrados en países de relativo o bajo desarrollo económico-social e institucional lo que estimula que se den o se vuelvan estados absolutistas o autoritarios.. La generación de riqueza en esos países está marcada por la dependencia de las rentas extractivas. La capacidad transformadora de esos recursos en empresas generadores de nuevo valor o lo que es lo mismo, en diversificación industrial y de empleo es prácticamente nula. El ingreso de la explotación de los recursos energéticos sostiene el conjunto de la ciudadanía. La renta nacional se produce, casi que absolutamente, a partir de un grupo de trabajadores (que se hacen necesariamente una aristocracia).Por tanto, resulta tendencial que su propiedad se monopolice por grupos familiares o por los propios estados. Si la propiedad se monopoliza, necesariamente se tiende a una “cultura” del absolutismo: la baja diversidad económico-social “coincide” con una cultura y un estado “fundamentalista” ya sea clerical o político. La democracia no les resulta útil. Su absolutismo choca con la democracia, pues ésta aparece superflua para el desarrollo económico y para la movilidad social.
La movilidad social ya no será producto del crecimiento-redistribución de nuevo valor, ni de la acumulación de capital humano por la educación, sino que se traslada a la inclusión que logren algunos individuos en la economía rentística o lo que es peor, en el usufructo del poder que patrimonializa individualmente la riqueza nacional o parte de estas rentas. La corrupción resulta “natural”. (Valga anotar que Colombia transita de un modelo de economía diversificada, de creación de valor a un modelo de economía extractiva)
Igualmente la necesidad de la ciencia les resulta superflua a estos regímenes. Sabemos que sin libertad no hay campo para la ciencia, pues la controversia, necesaria a la libertad de pensamiento, incomoda. La libertad se vuelve inconveniente por no ser apologética del régimen y de la privatización de la renta nacional al servicio y en beneficio de la burocracia que sustenta a ese estado que se confunde con el tiranooscilación, la política no sólo exterior sino interior, de un gran número de países del mundo que van desde la coincidencia entre democracia y dependencia energética al otro extremo de autoritarismo y abundancia de recursos energéticos. E igualmente como oscilante, su estrategia frente al cambio climático y a la sustitución necesaria de los actuales recursos energéticos del petróleo y el carbón.
¿Y la “oscilación”? Pues quisiéramos atrevernos a presentar como una
Se podrá argumentar que China contradice esta descripción. Su régimen absolutista coincide con su alta dependencia petrolera y del carbón. También del lado de la otra coincidencia está Noruega que con abundancia petrolera tiene tal vez una de las democracias más sociales y libertarias del mundo. “Salvaríamos” la descripción recurriendo al aforismo de que toda regla tiene su excepción.
Pero no. En el caso de China su régimen político coincide con otro monopolio: el de la mano de obra barata, casi que en condiciones de un moderno esclavismo. Y esto tiende a generar la misma dinámica absolutista. Además su politica exterior la lleva a coincidir con las tiranías petroleras. Y su resistencia a los compromisos frente al calentamiento lo apuntala en sus aspiraciones de nacionalismo imperial. Noruega sí nos rompe el esquema.Redondeando: La democracia, parece sacrificada o seriamente amenazada en los países ricos en recursos energéticos fósiles. O a punto de encallar en “guerras” o acciones terroristas que se presentan, por unos como de religiones y por los menos, como de liberación nacional anti imperialista.
En esos estados tiránicos de monopolio energético, la democracia no sólo se ve como inconveniente sino que aparece como “importación subversiva” desde los países que necesitan romper ese monopolio energético. Y por allí se cuela el fundamentalismo. De cualquier tipo, que sostiene financiera y geográficamente a muchos de los grupos terroristas. También en los países de la primera “coincidencia”, los desarrollados, los nuevos esfuerzos democráticos y ecológicos -que asumen la juventud y los sectores más cultivados de la población- todavía resultan rebasados por las corporaciones. Son apabullados por la publicidad que impone el consumo competitivo individualista. Aquel que despilfarra los recursos energéticos. De allí su actitud internacional agresiva muchas veces recolonizadora, que se presenta como “Choque de civilizaciones” y que estimulada por la presión competitiva, busca la “vía fácil” dé una “ocupación” que resuelva el monopolio energético de los estados absolutistas.
Si el desmedro democrático se impone por las agresiones terroristas a EU o Europa o porque la crisis energética se pretende resolver por la “ocupación”, si a Obama lo vence la ‘unidad de acción’ del terrorismo con la ultraderecha republicana, ese desmedro se traduciría, no sólo, en déficit para la convivencia en paz, en déficit de humanismo, sino en perdida científica, verdadera plataforma del futuro. Se perdería el énfasis y la concentración necesarios para que el desarrollo científico posibilite la revolución verde energética que el mundo demanda.
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