Dividir la humanidad entre el Islam que atentaría contra los valores de occidente y la visión judeo-cristiana que preservaría la democracia, sólo ha servido para llenar de dolor y muerte la civilización que se pretende defender. El conflicto Israelo-palestino es una derrota de la democracia: si el nacionalismo israelí –todo nacionalismo es excluyente- sigue primando en el Estado, no encontrará sino, como contrapartida, el fundamentalismo Islámico y a la larga, la derrota de la esperanza que tienen los judíos de vivir en un Estado donde puedan compartir con otros, árabes, musulmanes o no y cristianos. La democracia contemporánea demanda el Estado Laico pluricultural, plurietnico, en perspectiva de integración.
Fueron pensadores en la ‘libertad polémica del original judaísmo’ quienes contribuyeron a la esperanza de un pensamiento universal y no de casta religiosa. Es Daniel Barenboim quien a punta de música, lucha por la interculturalidad de judíos y palestinos, acompañado del pueblo israelí que padece la ‘hegemonía de minorías’ de los “partidos ortodoxos”, parásitos sociales, que condenan al pueblo judío al aislamiento y en cierta forma al resentimiento de otros pueblos del mundo.
¡La minoría militarista del Estado de Israel puede anegar en sangre el desierto palestino, pero de allí no germinará nada más que la muerte…y la derrota estratégica del Estado de Israel!
Lo único racional para Israel es prohijar el Estado Palestino, y la integración con los demás Estados para el desarrollo del Medio Oriente. Si la perspectiva es la guerra, los judíos van a ser apabullados por una mayoría de fundamentalistas islámicos sin Estado, que crece a lo largo del tiempo, dentro de Israel y fuera de él, apabullados no sólo por su número sino por su extremismo fundado en la privación del elemental derecho a su propio Estado.
Pero esa perspectiva del fundamentalismo neoconservador y de judíos ligados al capital financiero en los propios Estados Unidos, ha empezado a ser derrotada, primero porque su modelo económico hizo crisis por la insostenibilidad de la guerra como generadora de nuevo valor; segundo porque el mundo de la información “sabe cada vez más aceleradamente” y hace crisis la exacerbación del miedo para el control cultural y del poder, de allí la victoria de la esperanza; y tercero porque una guerra basada en la mendaz idea del choque de civilizaciones, tenía que conducir a esta encrucijada: no es posible criminalizar a ningún pueblo: la cultura árabe, para empezar, dio al mundo el pensamiento matemático, aunque conviva con formas atrasadas y rituales del islamismo, tal como la ciencia occidental ha tenido que sobreponerse al atraso religioso que desde Bush y el Vaticano se impone ante las investigaciones en ‘Células Madres’.
La razón reclama la solución del conflicto Israelo-palestino como ‘cuota inicial’ de la democratización de las dinastías corruptas y violentas del mundo árabe, que sólo serán derrotadas por el camino del desarrollo social, del “bombardeo” de información, cultura y de la articulación en una inclusión universalista, que respetando su contribución cultural, produzca además del “comercio”, un “mercado” de nuevos valores. No se puede seguir cohonestando con la crítica fundamentalista al islamismo, al mismo tiempo que se mantienen, sin ningún pudor moral por las grandes corporaciones económicas, las castas fundamentalistas y la miseria de los árabes. Se requiere romper paradigmas como ya ha empezado a suceder con la elección de Barack Hussein Obama, elección que la minoría militarista de Israel. enfrenta con una situación de hecho: masacra palestinos y estimula a Hamas.
Con seguridad mis tías y primos que viven en Israel han de decir que pienso así porque estoy en una América segura, y a los tíos ‘partisanos’ que murieron luchando contra Hitler les daría vergüenza que algunos judíos utilicen métodos de exterminio masivo de civiles indefensos para matar ‘un’ terrorista: ¡la guerra como método es obsoleta y ésta en particular está perdida!
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