La ampliación y cambio de calidad de la cooperación militar con EU, que permite la presencia y acción de sus fuerzas armadas en siete bases colombianas, aparece como si todo cambiara en el panorama de relaciones y realineamientos en Colombia y también en Latinoamérica. Las posiciones son varias y dependen de dónde vengan. Obviamente unas lo justifican y otras en distinto nivel lo rechazan. Vale la pena discutirlas más allá del estrecho campo del nacionalismo.De un lado, por ejemplo este Acuerdo de Ampliación de la Cooperación del Plan Colombia, se ha justificado señalando que refuerza y hace más eficaz la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
Esta “justificación” exige que semejante despliegue militar, nos ofrezca verdaderos resultados ya contundentes en la superación del flagelo importado del narcotráfico. Exige precisar exactamente qué se entiende por terrorismo. Pues si es la concepción del Presidente Uribe y de los círculos y agencias de EU, todavía capturados por el neoconservadurismo, el riesgo de internacionalizar nuestro conflicto en una guerra regional se haría creciente.
Sabemos que, a la larga, este tipo de acuerdos siempre conllevan mayores esfuerzos fiscales del Estado colombiano, es decir de nosotros los ciudadanos. Y ni qué decir de los sacrificios en vidas y tranquilidad. Por eso tenemos todo el derecho a exigir precisión y transparencia sobre él.
Los colombianos y por su supuesto los ciudadanos norteamericanos, estamos en el derecho de pedir un cronograma preciso de su desarrollo: que se nos diga cuáles serán ahora sus indicadores de resultados. Qué novedad y eficacia real habrá en este acuerdo, para que se haga efectiva la interdicción de vuelos y lanchas ilegales que permitan superar el narcotráfico y el narco cultivo en la región. Porque podemos estar corriendo el riesgo de eternizar una simbiosis del poder militar y el narcotráfico.
Porque con la actual metodología de confrontación, y este nuevo acuerdo militar aparece como más de lo mismo, esta lucha contra el narcotráfico no parecería que se esté ganando. Y llevamos más de 25 años empeñados en esta forma militar de combatirlo.
Después de semejante escalamiento en la ayuda o injerencia de tipo militar no puede ser que sigamos padeciendo un país en el que se eternice una violencia que no es ni paz ni guerra, pero que degrada cada vez más la ética, la cultura ciudadana, la política y el Estado.
El narcotráfico sólo más globalizado, sigue creciendo y mutando, al tiempo que la hermandad, el comercio y la inversión legal entre nuestros pueblos y países vecinos se pierden y convierten en divisiones y posibles conflictos.
Tampoco puede ser que la amistad con el Gobierno y el pueblo de los EU, la cooperación entre sus fuerzas militares y las nuestras sea factor -o tenga el costo- de una guerra regional. No se trata de escoger entre la amistad con EU y la hermandad latinoamericana. Ésta no es escogencia. Estamos obligados, en la contemporaneidad, por la globalidad y sin duda por la racionalidad, a vivir en paz, equilibrando nuestra multilateralidad y desarrollo económico, por encima de las diferencias o signos ideológicos con todos los países, más allá de su poder. No somos, ni podemos ser, árbitros de las diferencias políticas, ni menos, peones de brega de ningún fundamentalismo. La diversidad no es una catástrofe sino el signo de estos tiempos. Como el poder de EU no es una calamidad. En las nuevas circunstancias de democratización es una ventaja: allí sí que se vive la competencia por la humanización de la vida y la democracia.
No estamos llamados a ser los que enmendemos la crisis de pérdida de la democracia venezolana. Primero, porque la justicia entra por casa y aquí –no obstante el signo ideológico contrario- recorremos un camino semejante en pérdida de institucionalidad. Y segundo, por lo evidente, es el pueblo venezolano quien resolverá su crisis y destino.
Las indeclinables demandas de respeto al Gobierno del Presidente Chávez sobre nuestras decisiones nacionales para enfrentar a las ‘organizaciones armadas por fuera de la democracia’, no pueden llevarnos a confundir un Gobierno de signo ideológico diferente al actual Gobierno colombiano con la guerrilla de las Farc. Tal “identidad” no le serviría sino a las Farc para transformar su inminente derrota en un triunfo político, al convertir su marginal “guerra” en una conflagración regional que, de alguna forma, involucraría a EU y a otros poderes transcontinentales. Resumiendo. La lucha contra el narcotráfico es débil como sustentación del uso de las bases y el del terrorismo exige precisar si aquí se está encubriendo la descalificación de los regímenes de diferente signo al colombiano. Eso sería una anacrónica “guerra fría” regional. Si llegara a primar el neoconservadurismo Bushista-Uribista, el riesgo de confrontación se haría inminente.
De otro lado están los argumentos, que esgrimen algunos contradictores del Gobierno o analistas internacionales. Hacen referencia a que este acceso a las bases y la presencia de sus fuerzas militares aquí, es una imposición y responde al interés de los EU.
Según estas argumentaciones EU busca varios objetivos al mismo tiempo: el primero, es el desarrollo geoestratégico de una cadena de bases militares alrededor del mundo que le permita mantener controles político militares en un mundo que rápidamente se modifica por la presencia de nuevos actores, principalmente de ChinaEl segundo objetivo sería específicamente responder a la alianza del grupo de países BRIC (Brasil, Rusia, India, China) que se convierten en un desafío a la mono polaridad, que los círculos más nacionalistas de EU pretenden mantener en el mundo. Con esta presencia dividen a Latinoamérica y rompen así el campo de influencia de este grupo de países en Suramérica.
En el desarrollo de este argumento está el hecho de que con el acceso a estas bases se rompería el liderazgo de Brasil sobre Suramérica estableciendo una fractura de ‘baja intensidad’ de dos bloques de países suramericanos que lo desgastarían. Y le impedirían, por demás, una futura hegemonía de toda la Amazonia, que sin duda es un recurso de biodiversidad y de reserva ecológico frente al calentamiento global.Todos estos argumentos tienen una conceptualización de base: es menor el riesgo que se corre con cualquier poder nuevo que con la influencia y el poder de EU. No se cuestiona frente a esto ni el hegemonismo y totalitarismo chino, o la desmoralización mafiosa, antidemocrática y totalitaria de la nueva burguesía rusa, o la cultura de castas y desigualdad de género hindú, ni el expansionismo, racismo y atraso cultural de la burguesía brasilera. ¿Acaso Lula la ha cambiado? Y esto debe discutirse al tiempo que las críticas a la repetida expresión imperial del poder de EU en Latinoamérica. Parecería que nada importa sino el mantenimiento de la influencia y el poder de EU en Latinoamérica. Por eso quiero adelantar una opinión, sobre esta influencia y poder, usando la razón, más que la pasión del orgullo ofendido y vilipendiado de ese pasado reciente.
Prefiero mil veces el ‘objetivo poder’ de EU, donde se vive y libra abierta y democráticamente una durísima lucha por la humanización e inclusión social, con alternancia democrática -con pruebas reales, como la Presidencia de Barack Obama- con vanguardismo en el uso de la libertad y la soberanía personal, que busca hacerse política exterior del estado americano, que el atraso de las influencias de casta o de los poderes autoritarios o antidemocráticos de los países señalados. Y de este atraso y autoritarismo no podemos abstraernos. Porque, conocemos en pequeñas dosis su contenido: nos lo adelantaron en los partidos bajo su influencia. En cambio ese “imperio americano” ha sido el único que con autocrítica –esto es con su democracia- nos ha permitido conocer sus llagas, exponiéndolas ante el mundo y avanzando en su superación. Ha permitido, a despecho de los ultraconservadores de allá y de aquí, que planteemos nuestras demandas de soberanía y reivindicar nuestros recursos para una distribución más democrática.
Ese “imperio” es autocrítico y democrático, y en mucho, es más modernizador e incluyente que nuestras propias clases dirigentes. Ese “imperio” tiene líderes de pensamiento y políticos que hoy son vanguardia de la democratización del mundo y de su preservación en un desarrollo sostenible.
No quisiera imaginar ese día –cuando llegue su declinable momento- que nuestros hijos estén añorando la democracia del ya no dominante EU. Quiera que, para entonces, los demócratas chinos -con nuestro apoyo de ciudadanos del mundo- hayan recuperado la plaza Tien An Men.
El tema de la Amazonía demanda una real y especial discusión. No creo que la Amazonía sea un recurso únicamente de sus países limítrofes. La depredadora clase terrateniente brasilera o el industrialismo “sucio”, anti ecológico de su agresiva burguesía, o los narco cultivadores y “palmicultores” colombianos, con los depredadores Farc y paramilitares a la cabeza, ni las atrasadas y racistas burguesías peruanas o ecuatorianas puedan ser las únicas que reclamen –con un nacionalismo teñido de sangre- un recurso de protección y salvaguardia de la humanidad.
Esto no exonera el costo que han de pagar los países hoy desarrollados a los países amazónicos y al resto del mundo, por la debacle ecológica en que basaron su hegemonía contemporánea. Su costo ha de ser económico, de transferencia tecnológica para la optimización del ambiente y de inclusión social e involucra en primer lugar a EU y a Europa.
Mención aparte merece el papel que esta nueva situación del acuerdo militar con EU tiene en la posible alianza energética y atómica que Irán pretende sobre algunos países de Suramérica, que tiene en la irresponsabilidad y “alegría” del Gobierno del Presidente Chávez, una cabeza de playa de esa política.
El Gobierno Iraní ha estado vinculado a actos de terrorismo en el mundo y también en Suramérica: la Asociación Mutual Judía Argentina (Amia) fue volada por una bomba en la que la Embajada Iraní en Argentina, con otros grupos islamistas, son los implicados. Es el mismo Gobierno de Irán que ahoga en sangre y prisión su oposición modernizadora.
El acceso a las bases no puede abstraerse, también, de la pretensión del militarismo ruso de hacer de algunos países de América Latina un lugar de expansión y de competencia de su muy agresivo e irresponsable complejo militar industrial.Remarcando que las relaciones colombo-americanas siguen determinadas por el componente militar y altamente narcotizadas -otra cosa sería si estuviésemos discutiendo, por ejemplo, un acuerdo de inversión-inclusión en las zonas de conflicto- su discusión merece una apertura de pensamiento que supere el nacionalismo, el prejuicio anti yanqui y el inmediatismo oposicionista al autoritarismo del Presidente Uribe que marca la coyuntura política colombiana.
2 comentarios:
no hable basura! a todas luces se ve lo prosionista y patrocinador del terrorismo israeli que es ud. Sepa que la voladura de ese cancer de la amia en Buenos Aires fue producto de los mismos terroristas judios a quienes ud. defiende, para torpedear los acuerdos que en ese momento Menem estaba haciendo con Iran. No mienta ni difame descaradamente del gobierno Irani cuando todo el mundo sabe que el verdadero engendro criminal y terrorista desestabilizador del medio oriente y del mundo es israel.
cuanto te pagan los gringos para que les lamas el culo? servil y miserable judio es lo que sos
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