El 2010 cualquiera será un punto de inflexión de la vida nacional. Se apruebe la reelección y se reelija a Uribe o se cambie de gobierno y de grupo en el poder, el primer trimestre del 2010 tiende a condensar los cambios más significativos, dada la maduración de la crisis económico-social que coincidirá con las elecciones de Congreso y presidenciales.
La elección de Obama y el renacer de la esperanza mundial por la paz y el multilateralismo, las opciones nuevas en el quehacer y el análisis social con oportunidades para la renegociación en la distribución del ingreso, dan a esta época carácter renovador. La quiebra de los paradigmas en la teoría económica, al perder los postulados del mercado su carácter de “sagrados” y los mismos efectos de la crisis económica mundial, pueden hacer de “estimulo” al incipiente resurgimiento del movimiento reivindicativo social y a su articulación con la oposición política, articulación que ha sido criminalizada, siendo esencia de la democracia. El grado de saturación social por la polarización política y por la exclusión social, estará incidiendo decisivamente sobre nuestro régimen democrático constitucional hacia el 2010
Un resumen arriesgado de la coyuntura podría ser: el país económico en crisis; el país social: perplejo, empobreciendo y apenas despertando a la protesta; el país político: desajustado y desconectado; y la perspectiva: de incertidumbre ante la ausencia y reclamo de nuevo liderazgo. En esas circunstancias, hacer un ejercicio de ‘escenarios de futuro’ es útil.
Si se aprueba la reelección y el Presidente Uribe es reelegido, se podría conformar el primer escenario: se caracterizaría por “más de lo mismo” y paradójicamente podría ser el de mayor incertidumbre. ¿Y por qué? Porque, nadie puede sostener sin engañar al país, ni aún el Uribismo, que la elección del 2010 con nueva reelección, no estaría convidando al entierro de tercera de la Constitución de 1991.
Se empezaría a conformar un escenario que puede poner al país frente a una alternativa: la de si es posible superar la salida crítica del ‘Perú de Fujimori’ en su tercer periodo, con una reforma constitucional como la de ‘Venezuela de Chávez’, sin tener la abundancia fiscal de los petrodólares ni un slogan pretendidamente aglutinador de mayorías como el “socialismo del siglo XXI”. Porque lo que sí parece seguro es que el rechazo popular hacia las Farc no da para tanto, y el país tendería a quedarse sin agenda convocante y transformativa.
Ahora, si no se aprueba la reelección y el Gobierno de Uribe va a ser sustituido se podrían plantear otros escenarios:
Uno que podría llamarse el ‘del camino chileno’, producto de un acuerdo de mínimos para un consenso nacional de rango constitucional, de transacción y transición-incluyente entre el Uribismo y la oposición, que reconoce un gobierno aún dominante de lo político, pero en retroceso de liderazgo y programas convocantes, y una oposición débil pero de creciente simpatía nacional e internacional que no estaría todavía madura para gobernar con el apoyo de todos los colombianos.
En este escenario el 2010 estaría muy “cerca” e ironizando, se llamaría el del “empate en desventaja”. En él se impondría una reforma constitucional, una transición “suave y consensuada” que incorporaría seguramente a la Constitución los criterios verdaderamente democráticos de la ‘seguridad democrática’ y una verdadera reforma política que, excluyendo la violencia del ejercicio electoral y gubernamental, dé un estatuto real a la oposición. En este escenario se impondría cesar la judicialización de la política. Paradójicamente, es este escenario el que más rápido podría abrir las puertas a la propia solución del conflicto armado sin que esta solución-superación pase necesariamente por una mesa de negociación: tal como en Irlanda del Norte.
El otro escenario es el de “alternativa política”, un escenario más de ruptura, de sustitución democrática del Uribismo, escenario al que contribuiría gradualmente una sociedad saturada por la polarización, que en medio de la crisis económica, ve criminalizar los movimientos sociales reivindicativos y aún a la misma oposición. Es el escenario de un creciente y previsible movimiento social por la redistribución del ingreso que tendería a reforzar, con un nuevo liderazgo y nuevos objetivos programáticos, a la oposición política al sacarla de la sola discusión de las formulas de la mecánica electoral, discusión que sólo atañe ‘en las cumbres’ de sus partidos.
Así la oposición, alejada y crítica de la lucha armada y su narcotización, podría generar una creciente esperanza de inclusión social y política, y una esperanza de superación de la guerra, al convocar al país a concentrar tanto el propósito social, como el presupuesto nacional en el desarrollo incluyente, que resuelve-disuelve el conflicto y hace de la lucha contra los narco cultivos una sustitución convenida con la compresión, el compromiso y la cooperación internacional. Se podría llamar a este escenario el de la “vía americana” o de la esperanza. A este escenario, como en EU, contribuye el hegemonismo y obcecación militar del propio Gobierno del Presidente Uribe.
En este escenario de “ruptura en democracia” con el Uribismo, los cambios constitucionales tampoco se harían esperar, pero estarían centrados en el desarrollo de la Constitución del 91, retrotrayendo los andamiajes neoconservadores impuestos en los años de hegemonía uribista.
Hay que llamar la atención sobre otro escenario que no se vislumbra actualmente pero que podría aparecer en un país que va resultando “dividido” entre Álvaro Uribe y David Murcia: ¡el de una fractura social y política! Sería el escenario de “recambio del liderazgo” con un candidato populista de ruptura con la democracia liberal, escenario que cobraría la indiferencia de las elites frente a los desarrapados o descamisados.
La falta de apertura democrática, de liderazgo real tanto en el Gobierno como en la oposición, de eficacia e inclusión social de la democracia colombiana, y la persistencia en el sectarismo y la polarización en medio de una crisis económica impredecible y de una crisis social como la que se está abriendo puede “poner a amplios sectores sociales por fuera del Estado”. Las gentes no encontrarían en ese escenario razones para acogerse a un contrato social que reclama ética y condena al narcotráfico por encima de su misma sobrevivencia.
Ven la condena al narcotráfico plagada de doble moral: es condenable cuando no está comprando fincas y propiedades o aceitando el sistema financiero o brindando la mano de obra del trabajo sucio de la seguridad paramilitar. Este escenario “desquebraja” la inclusión en el mismo Estado, desafía si vivimos los colombianos bajo la misma cultura y compromiso y si sirve el Estado y la democracia a esos millones de ciudadanos que en la periferia del país y de las grandes ciudades, deambulan husmeantes de pan, oportunidades y trabajo. Es el escenario del “remplazo del centro por la periferia”, tras la victoria de un desconocido y relativamente oscuro líder de esas mayorías de desarrapados. En él se da también una sustitución constitucional y de los compromisos internacionales del Estado colombiano. Relanza el conflicto social a nuevos niveles.
En cualquier escenario ¡El desafío democrático del 2010 es enorme! Por eso hemos creído necesario desarrollar la controversia centrada en ese inmediato futuro. Por último una cuestión de método: la formulación de escenarios verdaderamente relevantes y desafiantes exigen centrarse en lo creativo. Centrarse en encontrar la mejor inscripción de Colombia en este nuevo mundo de esperanza; en la urgente necesidad de recuperar la amistad, la confianza y los negocios con nuestros vecinos latinoamericanos, pues solos la crisis nos golpeará doblemente; en la búsqueda de nuevos desarrollos democráticos, no sólo políticos, sino de inclusión social que permitan agregar demanda por el crecimiento del consumo interno; y ante todo, en la búsqueda de un clima cultural y nacional que supere la crispación, los dolores, las venganzas y la “cultura” del dinero y del poder a la fuerza o por la violencia.
Un real ejercicio de escenarios, además de colectivo, permite establecer cómo las decisiones del presente efectivamente “marcan” el futuro, o si “en más de una ocasión sale lo que no se espera”, sabiendo como se sabe que, esas decisiones se toman en medio y sobre sucesos internacionales y nacionales, que muchos son independientes o inmodificables por las voluntades–decisiones de los líderes que actúan sobre ellos: se trata de hacer lo menos imprevista la creciente incertidumbre económico-social.
Presentar distintos y alternativos escenarios, demanda clasificar las variables de acuerdo a su importancia (grado impacto o ‘conmoción’ que ellas generen), su gobernabilidad (capacidad del liderazgo nacional de actuar sobre ellas para modificarlas) y su influencia efectiva en la vida nacional (grado de dependencia de ellas del país y el Gobierno), para que los escenarios así planteados resulten, primero, probables toda vez que determinado cúmulo de decisiones en el presente y desarrollo de las variables que se analicen los hagan factibles; segundo, sustentables y relevantes –en tanto sean racionales y significativos de lo que sería el desarrollo futuro de acuerdo a una u otra decisión del presente. Y por último y ojalá, desafiantes de la forma rutinaria de pensar, de ver y abordar en el presente los asuntos nacionales, esto es generadores de nuevas realidades.
En algún momento de nuestra historia se impondrá superar la polarización que ha llevado a la negación absoluta del ‘otro’, que incita a más violencia. No se trata de huir a la controversia por aguda que sea, sino a la pasión como guía de la razón. Al poner el análisis en la perspectiva del país que recibirán nuestros hijos, mirando desde ‘ese’ futuro hacia acá, podremos desprendernos de las pasiones, que no son más que formas de enmascarar el interés económico o el reconocimiento personal en argumentaciones políticas. ¡Ese es el desafío!
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