sábado, 13 de marzo de 2010

LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO


El futuro inmediato de Colombia tiene una gran dependencia de los asuntos internacionales. Parece que se define más en las decisiones en la Casa Blanca o en el Congreso de los EU, que en la Presidencia o en el Congreso colombianos. La suerte de nuestras principales empresas industriales y comerciales, la tasa y la calidad del empleo y el desarrollo cultural, dependen más del TLC, del resto del intercambio con el mundo, incluido el comercio con Venezuela, que de las decisiones monetarias de la Junta del Banco de la República, del Congreso colombiano, o de las decisiones del Ministro de Hacienda.



Y ésta que parece la suerte de varios países de nivel medio de desarrollo, en nuestro caso, se torna grave con el giro que esta tomando el conflicto colombiano: su internacionalización como confrontación y no como solución. Veamos. El Plan Colombia fue la primera decisión que empezó a internacionalizar el conflicto. El involucramiento cada vez mayor de EU permite hoy a los demócratas –el partido con mayor opción de obtener el poder- condicionar la aprobación del TLC a la separación y condena, con verdadera y cumplida justicia, de los funcionarios estatales vinculados con el paramilitarismo y con los parapoliticos y a aquellos que estén incursos en el asesinato de líderes sindicales y populares.
Ahora también el Gobierno de Venezuela condiciona las relaciones diplomáticas y comerciales al desarrollo y forma de abordar el conflicto. Europa y ahora EU públicamente, insisten en un mayor involucramiento para asegurar un intercambio humanitario que permita la recuperación con vida de sus nacionales y los secuestrados colombianos. Ecuador -después de ironizar al señalar que limita al norte con las Farc y no con Colombia- plantea que llevará el tema de las fumigaciones en la frontera a la Corte Internacional de la Haya. Y Latinoamérica presiona en busca de soluciones parciales humanitarias.

En una palabra y paradójicamente, la suerte de muchas decisiones económicas y diplomáticas que se toman en esos países está crecientemente dependiendo de la forma excluyente y localista como se ha abordado este conflicto, que ni siquiera se reconoce como tal por el presente Gobierno. El mundo reclama tratarlo bajo los parámetros de solución que ha acumulado y que se condensan en el DIH y en la agenda internacional de los derechos humanos. Ese binomio contradictorio de ‘localismo’ cultural y jurídico frente a un mundo más interdependiente, nos da como resultado una limitación mayor, de las decisiones soberanas no sólo del Gobierno sino del conjunto del Estado, el empresariado y la sociedad colombiana.


Todas las agencias e instituciones, internacionales y nacionales, que trabajan por su solución política, venían definiendo nuestra situación de violencia como un ‘conflicto interno’, lo que generaba unas consecuencias en la aplicación del derecho internacional. Hoy muchos, en esas agencias, se preguntan cómo definirlo. Pero esto que venía haciéndose como un planteo analítico, se ha transformado dramáticamente con la forma como se involucró primero, al Presidente Chávez para luego abruptamente separarlo.


Ya nada es lo mismo: ni las Farc son solo las Farc, ni el Gobierno colombiano está sólo en su confrontación con Chávez. Un resultado externo tangible, es que ahora el Gobierno tiene menos soberanía para seguir descalificando el involucramiento internacional de aliados y contradictores. Y un resultado interno, es que la forma como se presenta hoy el conflicto parece más una confrontación entre el Presidente Uribe y los aliados del Gobierno colombiano, frente al Presidente Chávez y sus aliados, que entre la guerrilla colombiana y el Estado frente a la democracia.

La internacionalización del conflicto –si queremos ser verídicos- no se debe únicamente a la coyuntura política. El involucramiento de estos países era una tendencia creciente. Su base primaria está en el narcotráfico que lo alimenta como negocio internacional y que hoy encuentra un importante correlato no solamente en el lavado de dineros en el sistema financiero internacional, sino en el comercio de armas hacia Colombia, comercio de armas uno legal y el otro, tan importante como el anterior, ilegal y expresión de la internacionalización del delito. Tal vez, el factor más reciente que internacionalizó el conflicto está dado por la creciente porosidad de nuestras fronteras: el conflicto se vive y transita en las fronteras, tanto geopolíticas como económicas.


Pero la novedad de esta internacionalización está en que el ‘conflicto interno’ en Colombia tiende a ser la frontera caliente de una suerte de remanente de ‘la guerra fría’, de la confrontación –con mayor o menor agudeza- entre los sectores nacionalistas, del “socialismo del sigloXXI” latinoamericano, frente a la visión neoconservadora de Bush, que trata de copar y moldear a su semejanza, todas las manifestaciones civilizadoras del papel de los EU en la esfera mundial.

Pero veamos como aparecen comportándose los actores ‘internos‘del conflicto. Aun con el viaje del Presidente a Davos, Suiza, y sus escalas en Francia y España, lo que sigue dominando como tendencia de su propuesta es que el Gobierno busca una ‘salida’ nacional –privilegia la respuesta a la violencia como un asunto de carácter nacional- en el que el Gobierno condensa la nación y representa a toda la sociedad. El único consenso nacional posible, en esta perspectiva, es el apoyar al Gobierno en su política de ‘seguridad democrática’. Muchos colombianos –tal vez la mayoría- le dan la razón. Pero la razón histórica no siempre coincide con el sentimiento de la opinión en un momento coyuntural.



Los permanentes insultos e indebidas intervenciones de Chávez, su decisión de asumir la agenda de las Farc como su agenda, el estimulo que ello significa para la prolongación e internacionalización del conflicto en su peor forma, y las consecuencias económicas y empresariales, refuerzan al Gobierno en la bondad de su posición y refuerzan en los colombianos el apoyo ciego a la política gubernamental. Por eso, en este viaje a Europa, se puede decir que, las formulas presentadas, en lo fundamental, indican que el Gobierno sigue “mirando hacia adentro” con formulas para la mediación como las de la iglesia nacional y con la exclusión de una verdadera solidaridad y solución internacional, que guarde independencia frente a las partes.


Quisiéramos estar equivocados, pero creemos necesario participar del llamado de atención que se empieza a hacer: el peligro de la ‘salida nacional’ es que se destape una ola de nacionalismo, que aparejada a la irresponsabilidad de Chávez, caliente la frontera y nos lleve a episodios de confrontación militar entre los dos países, que seria el peor de los mundos para la profundización del conflicto y su transformación definitiva.


Por el otro lado, mientras que el Gobierno mira hacia adentro, la guerrilla mira hacia las fronteras. Por demás, está interesada en el escenario de internacionalización de la confrontación. Así, ha venido convirtiéndose en el detonador de las fronteras, tanto por su “fronterización” dada la acción militar colombiana, como por su interés de construir allá su retaguardia estratégica conciente de que así internacionaliza la confrontación. Ha venido lanzándose a las fronteras haciéndolas porosas, y hablando de poner sus armas en defensa de la ‘revolucion bolivariana’. ¿Vuelve el fantasma de la ‘revolucion continental’ del Che Guevara? ¿Reeditamos, en el S. XXI, el fantasma de la guerra fría?

En particular las Farc –la única de las organizaciones ilegales colombianas con una estrategia internacional- viene cambiando la prioridad de sus objetivos tácticos: Desde su ultima conferencia nacional de comandantes, el énfasis de su accionar con el “intercambio humanitario” -que por la forma y realidad antihumana como lo afronta, en realidad es un canje, como en efecto lo llama Marulanda, pero no de “prisioneros’ sino de “mercancías” humanas- desde esa conferencia, repetimos, su propósito real es lograr reposición de su estatus político, a partir del reconocimiento internacional, que en su atrasada concepción se asimila a la beligerancia.


De tal suerte que, el despeje de Florida y Pradera sigue agitándose como tema de propaganda y enmarcado en el propósito anterior, pero no como prioridad táctica. La comprensión de este matiz debe reflejarse en la política del Gobierno, como en efecto se reflejó, en parte, en el periplo del Presidente por Europa. Podemos entonces esperar un manejo de los secuestrados con su liberación a cuenta gotas, con énfasis en su acercamiento a los gobiernos de países que le sean útiles en esa táctica.


Queremos adelantar una preocupación que podría aparecer exagerada pero que es otro riesgo en que podemos quedar atrapados. Si la ‘salida nacional’ es pacata y llena del riesgo del calentamiento de las fronteras, la internacionalización del conflicto, que no su solución, puede dejarnos atrapados en la “nueva” confrontación paradigmática de la época. Y si la traemos a cuenta es porque ya ha inspirado parte de la polémica de los mandatarios de Colombia y Venezuela y mucho mas, a los columnistas y formadores de opinión


Parecería que se tiende a dividir nuevamente al mundo en una nueva confrontación entre el paradigma de la democracia liberal representativa que privilegia la libertad, la creatividad científico-técnica y la resolución de los desafíos económicos y de incorporación social a través del crecimiento de la productividad, versus, otro paradigma el de una suerte de “Autoritarismo Ilustrado” que aun con el sacrificio de libertades y de derechos humanos centra su objetivo en la incorporación de grandes sectores de marginados al mercado global y nacional esperando mejorar así su situación.


Esta confrontación paradigmática que parecería otra prolongación de la guerra fría, es mas bien, la nueva confrontación ideológica que tiene un modelo en la China –y en cierta forma en la India de las castas- y que cuestiona la eficacia de la democracia liberal representativa –con su modelo en EU- frente a los modelos de ‘autoritarismo ilustrado’ que en gran medida han contribuido a que la pobreza no haya avanzado en el mundo sino que haya retrocedido. Cuba y Venezuela en Latinoamérica juegan manifiestamente a este último modelo

Permítasenos aquí una digresión sobre los paradigmas. El mundo se ha regido por ellos. Legitiman los intereses de poder en la cultura y en las formas de conciencia social. Son el “pegamento” o si se quiere “los principios o valores motores” o dinamizadores de los grandes dominios económico-sociales. Durante 2000 años el Cristianismo jugó ese papel de dominancia, que se revierte hoy día en la confrontación con el fundamentalismo islámico. El siglo XX se vivió en la confrontación paradigmática entre capitalismo-socialismo y produjo dos guerras mundiales y cruentas revoluciones que dejaron más muerte que incorporación de sectores sociales al mercado, al consumo, a la salud, a la cultura y a los beneficios de la ciencia y de la comunicación.


Hoy esto se “reedita” en una “nueva” forma de confrontación: entre la forma democrática y libertaria de un desarrollo aun no suficientemente equilibrado e incluyente, frente a un ‘autoritarismo ilustrado’ que busca incorporar las gentes al mercado y al consumo a base de formas coercitivas y antilibertarias, formas que se cuestionan no en su ‘eficacia’, sino como un moderno esclavismo, sobre todo por los fundamentalistas del modelo democrático.

Lo que queremos es llamar la atención de que esto no esta lejos de los conflictos en Latinoamérica y puede tender a “representarlo”. Si así fuese sus efectos serían eternizadores del conflicto en Colombia y el traslado de su “solución” al muy remoto consenso mundial frente a uno de estos dos modelos: ¿no se está viviendo esta confrontación en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y de cierta forma, en el resto de América Latina? Pero volvamos a la internacionalización del conflicto para verlo en torno a esta nueva confrontación paradigmática.

Creemos que si la internacionalización del conflicto reproduce esta confrontación paradigmática –tanto Uribe como Chávez tienden a presentarse como ‘porta-estandartes ideológicos’ de modelos epocales- el conflicto tendería a quedar atravesado por los ejes del enfrentamiento global, así como está o quedó el conflicto Israelí-Palestino que pretende condensar la confrontación paradigmática entre la democracia y el autoritarismo llevados a su expresión religiosa: la visión judeo-cristiana como sustento del Occidente democrático y el Islam como justificación del autoritarismo y el terrorismo árabe.

De la misma manera, si el conflicto colombiano se torna la ‘frontera caliente’ de esta “nueva” guerra fría del continente latinoamericano, el conflicto quedaría atascado o atravesado por los ejes del enfrentamiento de los poderes mundiales, tendiendo a eternizarse en la irresolución de esta encrucijada. Y se perdería todo dominio nacional. El ‘conflicto interno’ colombiano podría aparecérsenos, entonces, como la frontera del enfrentamiento entre un autoritarismo indígena o mulato y en el peor de los casos, vulgar y mestizo “latinoamericanista” y una democracia blanca, culta y “pronorteamericana”. Es sobre este riesgo, nos parece, que ha venido llamando la atención el ex Presidente Cesar Gaviria, al señalar que no se debe estimular que las diferencias circunstanciales se encasillen en diferencias ideológicas.

Resultaría pretensioso tener posiciones acabadas sobre el qué hacer. Pero adelantamos algo, más que nada, como contribución a una conversación generativa del que debería ser un debate nacional, para asegurar la construcción de una política no solo gubernamental sino de todo el país.

La superación de estos riesgos, concomitantes a la internacionalizacion irreversible del conflicto, podría estar en la combinación adecuada de Soluciones Parciales Humanitarias promovida por un Mediador Individual, de alta representación, pero no gubernamental ni de organización internacional. Este Mediador tendría su principal propósito y trabajo en la liberación de los secuestrados, al tiempo que se organiza por los partidos y las ONG, la demanda nacional e internacional de la liberación, con la búsqueda de un Consenso Nacional de Acuerdo Fundamental para la formulación de una Agenda Positiva para el desarrollo económico y la inclusión social y política.


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Este acuerdo se haría por todas las fuerzas que se mueven dentro de la democracia, acuerdo incluyente de la oposición, para reemplazar de esa manera la agenda de las Farc, que hasta ahora, ha logrado magnificar su influencia e impacto real frente a los objetivos nacionales de democracia y desarrollo económico-social.

Creemos que una Agenda y Acción Positiva de País permitiría comenzar a aislar la violencia de las Farc y todas las demás organizaciones armadas, propinando la mas fuerte derrota a la estrategia de las Farc de transformar la confrontación interna en un conflicto internacional ya sea por el camino de calentar la frontera con Venezuela o por el camino de generar una “encrucijada” en la confrontación paradigmática contemporánea. No es pensable una solución política negociada hasta no romper la estrategia de escalar el conflicto en su peor forma.

Y para eso también es necesario que los fundamentalistas del Uribismo no contribuyan a magnificar a las Farc -por sus efectos y beneficios de opinión y electorales- pues contribuyen, y de qué manera, a llevarnos hasta el peligroso despeñadero de la internacionalización y transformación del conflicto.

Aislar y marginalizar a las Farc, quitándolas del centro de atención nacional, lo que les da su inscripción Internacional, es una prudente condición para, ahí sí, intentar una Solución Política con Mediación Internacional que no debilite los logros nacionales obtenidos en seguridad. Esta solución debe orquestarse con el reconocimiento del carácter democrático y en desarrollo del Gobierno colombiano.



El afán del día seria, en nuestro modesto parecer, el avance en lo nacional para el Acuerdo Fundamental que dé sustento a esta política de aislar y marginalizar a las Farc: romper su pretensión de escalar el conflicto internacionalizándolo. El afán del día es elevar la participación ciudadana en la superación del uso de la violencia y el secuestro en la política. A todos los violentos, en especial a la guerrilla, les debemos hacer saber, que los colombianos y el mundo, cada vez más, colocamos la liberación de los secuestrados y la proscripción del secuestro como condición de una negociación política del conflicto.

Al tiempo, se podría empezar a buscar un mediador internacional individual, con gran influencia en los centros neurálgicos de poder internacionales, incuestionable para las Farc, de altísima condición ética y política, para que inicie inmediatamente, con independencia, la comunicación con ambas partes, con el propósito inicial y casi único de la solución humanitaria de los secuestrados y los rebeldes presos.

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