Los triunfos militares y políticos que se han obtenido por el Gobierno y la Fuerza Pública frente a las Farc, la gente los ha festejado: ¡es su victoria! Otra cosa sucede con los militantes o activistas de los partidos políticos. Pudiera afirmarse que, entre más a la izquierda del espectro político se está menos se festeja y más preocupación existe.
¿Y por qué puedo hacer esta afirmación? Porque allí hay, desde los llamados a la precaución, a “lo que viene ahora”, a “quién ganó en últimas”, hasta “éste es un triunfo de los terratenientes y la contrarreforma agraria”, o más abiertamente, “éste es un triunfo del régimen narcoparamilitar”.
También hay quienes han festejado estos triunfos como lo que son: un triunfo del país, de la democracia y de su urbanización. Pero los sectores más primarios de la izquierda no sólo se equivocan frente al carácter del Gobierno de Uribe, sino también frente al momento político del país y del mundo y mucho más, siguen equivocando el papel y carácter de la guerrilla en la historia.La verdad, en la izquierda colombiana, especialmente en la izquierda de menor formación cultural, pero que por su carácter de logia es la de mayor capacidad organizativa y almendrón del conjunto de la izquierda, pesa una formación conspirativa, ‘putchista’: el asalto al poder por un golpe revolucionario, de fuerza.
Esta izquierda sigue en el propósito de ‘la toma del poder’ y esta ‘toma’ no entendida como el desarrollo de la democracia, sino como el asalto desde el margen al centro del poder: “hay que acumular fuerzas y transformaciones no con el objetivo último de democratizar el país, sino como acumulación para el ‘golpe de masas’ del asalto al cielo: la revolución”. Esta concepción se alimenta hoy, después de las experiencias en varios países latinoamericanos, con la vía electoral, pero no descarta las vías de hecho.
La izquierda democrática necesita una personalidad propia si quiere hacer una contribución al advenimiento de las Farc a la paz y al torrente de construcción de un movimiento democrático. Y para esto parte tiene que partir de cómo plantee el verdadero papel de las Farc, en la historia del pensamiento y la acción de la izquierda: su función real en la vida colombiana de hoy –aquello que aprendimos en Marx- de el rol objetivo de un sujeto social, que es independiente de cómo se autocalifique o de las declaraciones que haga.
Las Farc, a nivel económico se han tornado en el factor de reproducción de la jerarquizacion económico-social que el capital -y el capitalismo mafioso- requiere en su expansión en las fronteras agrícolas. Contribuyen así, en gran medida, al carácter brutal de expresiones del capitalismo colombiano. Reproducen también la propiedad latifundista, para uno de los más globalizados negocios agro-industriales, el narcotráfico; reproducen relaciones de sujeción social al poder de los ‘señores de la guerra’, machismo militarizado y violento de los guerreros, con humillación de las mujeres, como relación social de poder necesario al mantenimiento y reproducción de esa economía mafiosa, etc.
A nivel político, se han tornado en un doble factor: 1°- acicate para la derechización del país y de las gentes y 2°- objetivamente, elemento facilitador de la agresión contra el movimiento democrático que permitió su genocidio, división y transformación de movimiento urbano a la dependencia de un movimiento putchista campesino, con la inversión de los objetivos y el papel de la democracia en la vida nacional y con la inversión, también, de la dirección de la política por lo militar, tanto a nivel de los partidos de los trabajadores como de las organizaciones de socialesY a nivel cultural contribuyeron como pocos a rebajar la calidad del pensamiento científico, político, sociológico y artístico del movimiento democrático, sustituyéndolo por el ‘análisis’ permanente de ‘la correlación de fuerzas militares’, llevándolo a la bajeza de si el secuestro es un arma de lucha política y a condicionar el despeje de un territorio para suspender la brutalidad sin nombre contra los seres humanos, que se pudren en la selva a nombre de una fementida revolución, con el silencio cómplice de muchos demócratas.Y a nivel cultural contribuyeron como pocos a rebajar la calidad del pensamiento científico, político, sociológico y artístico del movimiento democrático, sustituyéndolo por el ‘análisis’ permanente de ‘la correlación de fuerzas militares’, llevándolo a la bajeza de si el secuestro es un arma de lucha política y a condicionar el despeje de un territorio para suspender la brutalidad sin nombre contra los seres humanos, que se pudren en la selva a nombre de una fementida revolución, con el silencio cómplice de muchos demócratas.
Y a nivel cultural contribuyeron como pocos a rebajar la calidad del pensamiento científico, político, sociológico y artístico del movimiento democrático, sustituyéndolo por el ‘análisis’ permanente de ‘la correlación de fuerzas militares’, llevándolo a la bajeza de si el secuestro es un arma de lucha política y a condicionar el despeje de un territorio para suspender la brutalidad sin nombre contra los seres humanos, que se pudren en la selva a nombre de una fementida revolución, con el silencio cómplice de muchos demócratas.Y a nivel cultural contribuyeron como pocos a rebajar la calidad del pensamiento científico, político, sociológico y artístico del movimiento democrático, sustituyéndolo por el ‘análisis’ permanente de ‘la correlación de fuerzas militares’, llevándolo a la bajeza de si el secuestro es un arma de lucha política y a condicionar el despeje de un territorio para suspender la brutalidad sin nombre contra los seres humanos, que se pudren en la selva a nombre de una fementida revolución, con el silencio cómplice de muchos demócratas.
¡La democracia colombiana llevaba capturada 10 años por la consigna rudimentaria del canje!, ¡del canje de secuestrados! impuesta por una mentalidad de ‘buen salvaje’ de un campesino que decía que no podía cumplir los Protocolos de Ginebra porque él no los había firmado, ¡Diez años discutiendo como forzar la ética y las normas jurídicas del DIH, para canjear no-combatientes y un niño, por guerrilleros presos! Amigos de la democracia y del socialismo, ¡que bajo cayó el pensamiento y la lucha social! ¡Rozábamos la cultura de la muerte, la del fascismo, la que niega la esencia humanista de las ideas libertarias y emancipadoras de los antiguos luchadores por el socialismo y la democracia! De esto es que nos estamos liberando o nos están liberando.
Seguir pensando en las Farc como aquel movimiento de resistencia campesino, de los años 60, confundiéndolas con las Farc de hoy, es tan equivocado como pensar que el Partido Bolchevique de los años revolucionarios es el mismo partido de la dictadura terrorista del estalinismo contra el proletariado, los intelectuales, la cultura y el pueblo soviético. Y allá, como en Colombia, no podemos seguir ocultándonos en ‘las ilusiones pasadas’… porque nos quedamos como en el tango… “con la frente marchita…soñando con el pasado que añoro, el viejo tiempo que lloro y que nunca volverá”.
UN DESLINDE NECESARIO
Pero lo que hace necesario este deslinde no es únicamente disolver la dependencia del movimiento democrático de los planteos violentos, putchistas, de las Farc. Es necesario para poder conformar un movimiento articulado a la contemporaneidad. No podemos seguir aplazando la entrada a la globalización cultural democrática, quedándose los demócratas y luchadores por la equidad, pegados al pasado, a una trasnochada lucha por la independencia, en un mundo cada vez más interdependiente y único. Digamos también que, las dificultades para la negociación de un movimiento guerrillero debilitado y en camino a ser derrotado, muchas veces depende más de las influencias ‘urbanas’, generadas por la intelectualidad pegada al pasado, que de la propia concepción de los guerrilleros o sus direcciones.
Lo que ha aplazado la llegada o acceso a nuevas ilusiones transformadoras es la ‘tardanza’ en la conformación de un movimiento democrático, civilista y urbano, anclado en las contradicciones modernas de este capitalismo colombiano que ha llevado al 85% de la población a los centros urbanos, en medio de grandes niveles de inequidad y de limitación democrática sí, pero desafiante del pensamiento para generar opciones modernas de defensa de la ‘inmensa audiencia’ de desposeídos y desafiante de la capacidad creadora de alternativas de desarrollo con equidad y cohesión social ¡un capitalismo democrático y humano como el del norte de Europa!
Un movimiento que se articule a la contemporaneidad en la lucha contra el guerrerismo del grupo neoconservador que encabeza Bush; un movimiento que se articule a la defensa del planeta ante la debacle ecológica, debacle que arriesga ser más peligrosa que el capitalismo más salvaje. Y que no se diga que es el capitalismo la razón de la debacle ecológica, cuando la Unión Soviética fue una gran contribuyente a ella y China, hoy día, es un factor terriblemente detrimental de la ecología.
Un movimiento democrático, como corriente de opinión y como proceso de desarrollo de la democracia, que supere -eliminando las viejas tesis leninistas de la toma del poder- el antidemocrático pasado de los partidos conspirativos y monoclasistas, unilineales o de unidad ideológica. Y mucho mas allá, que rompa desde ya con el ‘partidismo único socialista’ como otro de los esquemas o contrabandos estalinistas que remplazaban las diversidad cultural, científica e ideológica del abigarrado y complejo mundo actual, por la dictadura del caudillo a nombre del partido y la del partido a nombre del pueblo.
LA SOLUCIÓN POLÍTICA O NEGOCIADA
Por último y como parte del deslinde, hay que abordar el tema de la solución política del conflicto. Dentro de los sectores que la demandan como la solución óptima del conflicto, hay posiciones de izquierda que ven la negociación como un ‘asunto entre iguales’, confundiendo el método de conversación en la mesa, con la realidad: negocia es un Estado legítimo, expresión de una democracia en desarrollo de la sociedad, con un grupo putchista marginal, por más que ese grupo conmocione a la sociedad con sus acciones, unas militares y otras terroristas. Entonces, serán negociadas las condiciones de favorabilidad política para su reinserción a la competencia democrática a cambio del cese definitivo de las hostilidades contra la sociedad, el ciudadano y el Estado.
Jamás podrá ser objeto de esa negociación la Agenda Social del Desarrollo como equivocadamente se planteo en el Caguán, razón última del fracaso de ese intento de negociación. Otra cosa es y será la discusión de esa Agenda con todas las fuerzas sociales y políticas en democracia y sin que medie la extorsión del terror o de la acción armada.
QUÉ GOBIERNO TENEMOS
La confusión suele ser sobre la guerrilla, sobre qué se negocia y también sobre el carácter del actual Gobierno. La izquierda, y tal vez la oposición, no ha podido definir el carácter del Gobierno del Presidente Uribe y menos, la complejidad del Bloque de Poder en este régimen político. Y no es fácil. Las fuerzas allí no son estables y se mueven muy circunstancialmente, como oscila el propio Presidente. Intentemos acercarnos al tema.Sí, en el bloque de poder se expresan disímiles tendencias: sin duda hay parapolítica, como lo ha sentenciado la CSJ, hay terratenientes de plantación agroindustrial, que posiblemente utilizaron para su consolidación a los anteriores, hay finqueros y hay capas de profesionales medios que les dan a estos sectores expresión política e ideológica. Pero también están expresados allí los sectores industriales y empresariales, los banqueros y corredores de bolsa, los inversionistas extranjeros, los empresarios del petróleo y los recursos mineros, los empresarios de los medios de comunicación y gran cantidad de intelectuales y funcionarios del capital.
Estos últimos requieren para sus objetivos una democracia que haga competitivo el capitalismo colombiano y articulado -por sus leyes económicas, políticas y éticas- al mercado mundial. Por esto apoyan y defienden la seguridad democrática. Y para ello tienen tanto la demanda como el soporte de la comunidad internacional, con los EU y la UE al frente del cumplimiento de lo que se ha llamado la Agenda internacional. El que en este régimen sean dominantes los intereses del capital y las concepciones en seguridad de la derecha civilista, no le quita su carácter democrático.
Pero la pregunta en Colombia sigue siendo ¿A quién, en ultimas, ha servido la seguridad democrática? Y la respuesta es obvia: nos ha servido a todos. Aquí no se ha consolidado un régimen paramilitar, ni de terror, sino uno de desarrollo democrático con contradicciones, pero en proceso de mejoramiento. Y la gente, que no es de derecha ni de izquierda, así lo ratifica, apropiando sus beneficios y apoyando la continuidad de la seguridad. Esa falta de sintonía ha reducido la capacidad política de la izquierda y de la oposición en general.
La popularidad del Presidente Uribe es apabullante. La opinión, hoy, le demanda la reelección por segunda vez. No hay propuesta que colme las expectativas de la gente diferentes a Uribe. Al mismo tiempo, es significativamente mayoritaria la posición de los analistas y politólogos de que el Presidente Uribe no debería presentarse a un tercer periodo, porque no sólo significa reformar nuevamente la Constitución a su medida, sino que terminaría debilitando el sistema de pesos y contrapesos en que se afinca la democracia moderna.
Pero se vive un fenómeno de tal diferencia de popularidad del actual Presidente con los posibles sucesores, que se genera una inercia social y democrática para su reelección. No conocemos antecedentes, no sólo aquí en Colombia, de un Presidente que elegido democráticamente y manteniendo, en general, el carácter democrático del Gobierno y el Estado, haya llegado a la mitad de su segundo mandato con un nivel de favorabilidad de 91% y una intención de votos por encima del 70%. Con un agravante: si Uribe no se presenta como candidato habría un desafío gigantesco para mantener los niveles de participación ciudadana en las elecciones y en la política, que podrían rebajar hasta en un 40%, como se desprende de las encuestas.
A nivel del constitucionalismo teórico y a nivel de los riesgos autoritarios que se desprenden de un caudillismo ‘constitucional’ -más con una personalidad tan explosiva como la del Presidente Uribe- la reelección por segunda vez no nos resulta recomendable. Tampoco a nivel de la renovación política. Pero el árbol de la vida siempre es más abigarrado que cualquier teoría y las gentes exigen planteamientos creativos.
Esta situación se nos aparece como un desajuste entre la teoría y la vida, entre los analistas y la ciudadanía, entre la conciencia crítica y la capacidad transformadora de la gente. Es ésta la que nos demanda no sólo un análisis desapasionado, que supere el partidismo banderizo, sino y ante todo, una iniciativa convocante que le dé a los ciudadanos factores tan aglutinantes como lo es Uribe, para trasformar este desajuste en beneficio de todos y de la democracia. En estos papeles de la Red hemos insistido en un Acuerdo Fundamental entre Uribe y la oposición para destrabar este desajuste real entre la gente y la necesidad de la preservación democrática.
Reconozcamos que para nadie debe ser más difícil esta situación que para el propio Presidente Uribe: ¡Hoy el Presidente Uribe tiene su destino y, en cierta forma, el destino del país en sus manos! Y si es así, sólo el mismo Uribe puede resolver esta dicotomía, lo que de por si ya es una debilidad.
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